Una chica N.O.R.M.A.L. se ofrece de canguro by Anna Manso Munné

Una chica N.O.R.M.A.L. se ofrece de canguro by Anna Manso Munné

autor:Anna Manso Munné
La lengua: spa
Format: epub
editor: Grupo SM
publicado: 2013-04-23T00:00:00+00:00


Ramona se presenta hecha un basilisco, agarra a sus dos hijos de dieciocho y dieciséis años por la oreja y les obliga a sentarse en un banco.

–Mamá, perdona, escucha, tú no has visto lo que yo he visto... –la voz de Raúl tiembla de temor infantil.

–Silencio. Ahora hablo yo. Ya sabéis que me gusta hablar, así que no me interrumpáis o será peor.

–Habla, mamá, habla –Rubén siempre ha demostrado tener más luces que Raúl, y ahora lo vuelve a demostrar.

–Tú, Raúl, ¿qué te has creído? ¿Que tu novia es tuya? ¿Como si fuesen tus zapatos? ¿O tu equipo de música nuevo? ¿Así te he educado yo? ¿La Ramona de Correos? ¿Ramona, la fundadora del Sindicato de Carteras Emancipadas?

–Mamá, perdona, no quería... Se me ha escapado...

–Si tu novia quiere jugar con tu hermano, corta con ella, déjala, pero no montes un culebrón de tercera. ¿Entendido?

–Entendido –Raúl agacha la cabeza, dócil.

–Y tú, listo del barrio –continúa Ramona dirigiéndose a Rubén, que recibe resignado la bronca del año–, te prohíbo que te acerques a Carla; no te muevas a menos de medio kilómetro suyo. Tu hermano la quiere. Y ella también, a pesar de que no lo parezca. Pónselo fácil.

Cuando más tarde Rubén explica la escena a Ru, la chica maldice su mala suerte por habérselo perdido. Su madre, a veces, muy raramente, esporádicamente, tiene ataques de genialidad.

La consecuencia es el final de las agresiones pero la continuación de la guerra fría. La perjudicada (quién si no) es Ru, porque Rubén ha abandonado de forma no oficial su trabajo de carpintero. El armario sigue a medio hacer y la habitación parece destinada a eternizarse como cuarto de trastos y cachivaches. Su madre ha tomado la sabia decisión de aparcar durante unos días el proyecto del armario, hasta que las relaciones entre los hermanos se normalicen, y su padre ha conseguido un trabajo que lo tendrá tres días fuera. Qué oportuno.

Ru sube a la azotea. Allí corre el aire y la realidad toma el aspecto de un juego de niños, con los coches y las personas convertidos en pequeñas piezas de un tablero. La vida vista desde el piso número quince es ligeramente más fácil, sí.

Nadia ha podido escapar de los rayos X controladores de sus padres durante un rato para almorzar. Las tres comparten la ensalada de pasta con cerezas (creación de Rubén), el bocata de crema de cacao de Sheila y la bolsa de patatas que ha podido sustraer Nadia de la alacena (oficialmente está comprando bolis y tiene que bajar a comer dentro de veinte minutos).

Tienen poco tiempo y repasan sus temas como si fuesen tres ejecutivas estresadas. Nadia las informa de que ha convencido a su padre para que le den otra oportunidad para mejorar y, por ahora, han pospuesto la decisión de contratar un profesor particular.

–Tú te lo pierdes. Podrían haber contratado a Turbo, el que estudia mecánica, el del cuarto tercera. Está buenísimo y tiene unos ojos... –Sheila tiene controlados a todos los chicos guapos de la escalera.

–Ah... –Nadia no había pensado en ello y la opción le resulta muy, pero que muy interesante.



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